Bueno, en realidad no es mi gato, es el gato de mi hermana. Ella se ha ido a vivir al extranjero y yo lo estoy cuidando mientras ella está fuera, pero a efectos emocionales... ¡lo quiero como si fuera mío!

La verdad es que es un animalito precioso y se me cae la baba viéndole hacer monerías.

Nunca antes había convivido junto a un gato durante tanto tiempo, tengo alergia y suelo evitar tener mucho contacto con ellos a pesar de que me encantan. Pero con Garrus (así se llama) tengo la suerte de que apenas me afecta, así que en su momento no lo dudé y me lo traje a casa.

No puedo estar más contenta con la decisión.

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Aquí el rey de la casa.

Y es que no solo me hace compañía. Para mi es un auténtico placer cuidarle y jugar con él: me ayuda a desconectar del ritmo diario que llevo, a dejar a un lado mi ego y a tener muy presente que la manera en que lo trato influye mucho en su bienestar (¡y en el mío!).

Bien sabido es el efecto terapéutico que tienen los animales sobre cantidad de dificultades psicológicas, así que no me voy a extender aquí sobre ello.

Lo que quiero compartir contigo son algunas observaciones que he estado haciendo durante este tiempo de convivencia y que son perfectamente aplicables al comportamiento humano.

Teniendo en cuenta que los gatos son como las personas y no hay dos iguales...

Éstas son las lecciones de psicología que estoy recordando junto a mi gato

1. Disfrutar el presente

Como consecuencia de este tipo de sociedad un@ se pasa la vida preocupado por el futuro o lamentándose por el pasado, cuesta mucho pararse a disfrutar realmente del momento.

Quedarte simplemente mirando el paisaje por la ventana o dormirte al sol no suele entrar en los planes diarios de casi nadie. Los gatetes sin embargo, lo gozan a tope.

Tomarse unos minutos al día para disfrutar plenamente de algo, por pequeño que sea, es un ejercicio que ayuda a descargar la mente de preocupaciones y a estar en contacto con un@ mism@.

En mi caso, solo mirar cómo disfruta mi gato de lo que le gusta me ayuda a encarar el día de otra manera.

Disfrutar de las pequeñas cosas marca la diferencia entre vivir feliz o vivir amargado.

2. Cómo respetar los límites propios y de los demás

La verdad, me encanta lo claro que me deja Garrus cuando no quiere que me acerque a él. Como una vez escuché decir a Jackson Galaxy, no soy diferente a la gran mayoría de personas: cuando veo a un gato, quiero acariciarlo y ahí que me lanzo.

Si Garrus está en modo cariñoso, ningún problema. Pero como no le apetezca, ya se encarga él de hacérmelo saber. Se le levantan las orejas y adelanta la patita marcando el espacio.

Si insisto mucho, llega un momento en que se enfada y bueno... menudo es cuando se enfada. Y no le falta razón, ya me ha estado diciendo que no y que no y ahí sigo yo dándole la brasa.

Con las personas pasa igual. A veces uno se encuentra tan empeñado en conseguir lo que quiere que no escucha el NO hasta que es demasiado tarde.

Del mismo modo, aprender a decir NO de una manera asertiva pero contundente te ayudará a evitar futuros conflictos emocionales.

3. Pide lo que necesites

¿Cuántas veces te has quedado con ganas de recibir un abrazo cuando te sentías mal? ¿O no has pedido un favor a alguien por miedo a molestar o que te considerara poco capaz?

Cuando Garrus tiene hambre, me lo hace saber. Cuando quiere carantoñas, también. No se corta a la hora de pedir lo que necesita.

No piensa en si me va a molestar o en si tengo tiempo para atenderle. No se esconde detrás de una falsa sensación de autosuficiencia. Sabe lo que necesita y si no puede obtenerlo él mismo, lo pide.

Pedir lo que necesitas cuando no puedes obtenerlo tú mismo no te hace menos fuerte o menos válido, al contrario. Demuestra que eres capaz de reconocer tus necesidades y que tienes habilidades para vivir en relación con los demás.

4. Por las buenas mejor que por las malas

Lo tengo comprobado: no sirve de nada ponerme a malas con el gato.

En caso de que esté de mal humor, el que yo me ponga de mal humor solo empeora la situación. El pobre se pone nervioso perdido, puede cogerme miedo y acabar atacando.

Sin embargo, si mantengo la calma al final se acaba tranquilizando.

Igual, si le castigo por no dejarme cepillarle o ponerle la malta lo único que consigo es que se estrese y me acabe atacando.

Cuando quiero algo de él funciona mucho mejor recompensarle que castigarle.

¿Esto te suena a algo? ¿Cómo funcionas mejor, por las buenas o por las malas?

Si hay algo que Garrus me recuerda todos los días es lo importante que es tratar a los demás como quieres que te traten a ti.

5. El amor es la respuesta

Si hay un momento del día que estoy disfrutando de mi convivencia con Garrus, es cuando me voy a la cama y viene a que le dé mimitos.

Se estira, ronronea y busca mi mano para que lo acaricie. En esos momentos siento una corriente de amor entre los dos y pienso en lo bonito que es sentir este tipo de conexión con un ser vivo de otra especie.

También me recuerda lo importante que es sentirse conectad@ a los demás. Sentir que te aman y que te reconocen es la experiencia más gratificante que se puede tener y una fuente inagotable de bienestar.

Date permiso para dar y recibir amor. No dejes de buscar espacios de conexión emocional con otras personas, en en los que te sientas aceptado tal y como eres.

Y por supuesto, no dejes de buscarlos con tu mascota. Desde luego que es un tipo de amor del que merece la pena gozar.

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¿Y tú, tienes mascota? ¿Hay algo que te enseñe o te recuerde sobre ti mism@?

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